Cuando en San Martín (Meta) las autoridades le pidieron identificarse.
El coronel (r), prófugo durante 11 años, utilizaba una cédula falsa.
Por: María Camila Rincón Ortega, El Espectador.
El coronel (r) Plazas Acevedo será recluido en La Picota en Bogotá. / Fiscalía
Los once años que el coronel (r) Jorge Eliécer Plazas Acevedo pasó a la sombra de la clandestinidad se fueron al traste el pasado jueves, cuando fue recapturado en San Martín (Meta). Este hombre se había convertido con los años en la pieza perdida de la empresa criminal que orquestaron altos mandos del Ejército en compañía de paramilitares a finales de la década de 1990. Los detalles que han trascendido sobre su detención son muy pocos, pues las autoridades mantienen un silencio generalizado.
El Espectador logró establecer que al momento de la captura quien confirmó la verdadera identidad de Plazas Acevedo fue su hijo. Cuando el oficial fue requerido por miembros del Gaula de la Policía presentó una cédula falsa. Momentos después su hijo advirtió ante las autoridades que el nombre de su acompañante era, precisamente, Jorge Eliécer Plazas Acevedo. Así se corroboró que tenían a la persona correcta.
Este dato despejó toda duda sobre la identidad de ese hombre envejecido que en muy poco se asemeja al coronel altivo que desapareció en julio de 2003, cuando escapó de la Escuela de Artillería en Bogotá. La recaptura fue ejecutada muy cerca a la vivienda donde residía Plazas Acevedo en San Martín y fue el resultado de un intenso seguimiento que durante 25 días hizo el Gaula gracias a la información que entregó una fuente humana, más una serie de interceptaciones telefónicas realizadas por la Fiscalía. Además, las autoridades instalaron fachadas en el municipio para no perderle el rastro.
El abogado de Plazas, Édgar Torres, ha manifestado que al momento de su detención el coronel (r) buscaba acercamientos con la Fiscalía para aclarar el grado de responsabilidad que tiene en algunos expedientes en los que su nombre ha resultado salpicado. Precisamente, se le sindica de estar involucrado en casos como la masacre de Mapiripán (Meta), el asesinato del político conservador Álvaro Gómez Hurtado, el homicidio del humorista Jaime Garzón, el secuestro de la periodista Jineth Bedoya y la muerte de los investigadores del Cinep Mario Calderón y Elsa Alvarado.
Además, tiene una condena a 40 años de cárcel por el secuestro y posterior asesinato del industrial israelí Benjamín Khoudari —de hecho, estaba purgando esta pena cuando se fugó— y otra a 27 años por el secuestro del comerciante Wilson Martínez Quiroga, sentencia que fue confirmada por el Tribunal Superior de Bogotá el 10 de agosto de 2013. Por todos estos hechos, la información en poder de Plazas Acevedo es muy relevante, pues permitiría desentrañar la responsabilidad de altos mandos militares en capítulos sangrientos de la guerra colombiana, como la consolidación y expansión del paramilitarismo.
Plazas Acevedo fue la mano derecha del general (r) Rito Alejo del Río —condenado a 26 años de prisión por el asesinato del campesino Marino López en Chocó— cuando éste comandó la Brigada XVII del Ejército en Urabá, la misma unidad militar que, según versiones de Freddy Rendón Herrera, alias El Alemán, llevó a cabo la Operación Génesis en asocio con paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá. Más adelante, cuando del Río regresó a Bogotá en 1997 para comandar la Brigada XIII, Plazas Acevedo fue nombrado jefe de Inteligencia de esta división, desde donde se perpetró el crimen de Khoudari y, de acuerdo con la acusación de la Fiscalía, se fraguó el de Jaime Garzón.
De ahí que cuidar su vida y su integridad sea una prioridad, como lo ha pedido en reiteradas ocasiones su defensor, solicitud a la que se sumaron algunos apoderados de víctimas en casos en los que el coronel (r) está involucrado. Plazas Acevedo conoce en detalle la manera cómo se fraguaron muchos de los crímenes, los intereses detrás de silenciar a personas como Álvaro Gómez Hurtado y las motivaciones para dominar zonas del país como el Meta en el caso de Mapiripán. Sobre este episodio, el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso sostuvo que Plazas Acevedo colaboró para ejecutar la barbarie que del 15 al 20 de junio de 1997 marcó de por vida a este municipio.
Mancuso explicó en 2012 que la masacre fue fraguada por Carlos Castaño, Carlos Mauricio García, alias Doblecero, y Plazas Acevedo. Mancuso supo del plan porque “un día que estoy donde Carlos le pregunto cómo hizo usted para mover esa gente hasta allá y me dijo: ‘fueron dos aviones que contratamos, eso hubo que hablar con la Fuerza Aérea para que no molestaran a esa gente, hubo que cuadrar aeropuerto, hubo que cuadrar a todos, para que la gente saliera y llegara sin problemas allá. Yo me reuní con el coronel Plazas y con el coronel Lino Sánchez para planificar la situación’”.
Esta semana, el diario El Tiempo reveló que cuando Plazas Acevedo se fugó de la Escuela de Artillería se escondió en los Llanos Orientales y se unió a la banda criminal de Pedro Olivero Guerrero, alias Cuchillo, antiguo cabecilla del bloque Centauros de las autodefensas. Los primeros indicios sobre su paradero fueron revelados en medio de las investigaciones por secuestro y extorsión contra la banda de Martín Farfán, alias Pijarvey, el comandante de lo que queda del Ejército Revolucionario Popular Anticomunista de Colombia (Erpac), grupo con el cual el coronel retirado habría colaborado desde que estuvo en el Urabá.
Lo cierto es que preguntas tan claves como de qué vivía, en dónde estuvo prófugo, quién lo protegió y cómo logro escaparse de una guarnición militar siguen en el tintero. Entretanto se ha sabido que su nuevo lugar de reclusión será la cárcel La Picota de Bogotá.
mrincon@elespectador.com
@macamilarincon
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